Soy investigador, o al menos lo intento. Trabajo en bioremediación. Intento eliminar restos de petroleo de grandes vertidos marinos. El proyecto del que llevo ya un tiempo cobrando aparece "gracias" a un desastre ecológico de proporciones gigantescas, el hundimiento frente a costas gallegas del petrolero Prestige. He trabajado unos cuantos años, con todo mi esfuerzo y he cobrado por ello. Es posible que obtenga con ello un título como el de doctor que es el "más alto grado académico". Digamos que me he aprovechado de una catástrofe ecológica.
Hace unos días, en el golfo de México, una plataforma petrolera de BP, comienza a liberar crudo al mar. Eso hará que probablemente mi tema de trabajo, ahora que me acerco al final (espero), se revalorice. Pero lo siento, no me alegro de ello, aunque conozco a quien si lo hace. No puedo alegrarme por algo así. Lo siento no puedo. Al igual que hay científicos, no uno ni dos, que tendrían varios orgasmos pensando en papers, proyectos y dinerito si la temperatura subiera un grado el año que viene y otro grado el siguiente, y si pueden ser dos mejor aún.
Soy de esas personas a las que les gustaría, al menos en este caso, que su trabajo no sirviera para mucho, que no se usara. Hace algún tiempo en una conferencia oí, que la finalidad de la ciencia es conocer las leyes de la naturaleza para poder vencerlas, luchar contra la naturaleza con todas las armas que la cosa esa gris que tenemos dentro del cráneo. Como a la mayoría de los científicos, me gustaría encontrar esa pequeña cosa, ese detalle, que salve el mundo, pero no deseo que el planeta se vaya a pique para que todo el mundo acuda acojonado a la ciencia en busca de soluciones y respuestas.
No se me malinterprete, no estoy diciendo que todos los investigadores seamos así, ni siquiera la mayoría, y espero que la minoría sea lo menor posible, pero existir existen, ya saben, como las meigas. Y a mi me jode, me irrita y sobre todo me asquea. Tenemos en nuestras manos ayudar al mundo, como lo tiene en sus manos un carnicero, un abogado, el barrendero o el señor presidente, así que maldita sea, hagámoslos bien...
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